|
Una patada directamente en la mandíbula. Un golpe rápido al pecho. El atracador cayó de espaldas sobre un cubo de basura.
-No tengo tiempo- susurró una voz en medio de la nube de sombras contra la que luchaba aquella desventurada banda de ladrones.
Una cadena de gruesos eslabones cayó sobre lo que el ladrón confiaba sería la cabeza de su contrincante. Se hundió sin que la masa negra que había golpeado ofreciera ni la más mínima resistencia, justo antes de que la suela de una bota de tipo militar impactase contra las costillas del criminal.
-Insistirá- replicó una voz distorsionada por ordenador y sólo audible para el luchador en sombras-. Sabes que insistirá.
-No tengo tiempo.- repitió la sombra, y dos manos negras como la nada aferraron por la camisa al de la cadena y lo levantaron en peso, arrojándolo contra el ladrón que se estaba levantando de su cubo de basura.
Sólo quedaba uno de los atracadores. Viéndose solo y desesperado, el delincuente sacó una pistola de la chaqueta y apuntó con manos temblorosas.
De las sombras aparecieron de repente dos ojos, blancos como la luna, fríos como el acero. El luchador entrecerró los ojos, convirtiendo su mirada en apenas dos amenazadoras líneas de luz en la negrura del callejón.
El ladrón dejó caer la pistola y corrió por su vida, el corazón tratando de escapársele por la boca. Un destello metálico emergió de las sombras, y de pronto algo se enganchó de la pierna del atracador y tiró de él, derribándolo en el acto.
-¿No quieres saber por qué quiere verte?
-No tengo tiempo.- insistió la sombra, mientras tiraba del cable con el que tenía atado al criminal, que trataba sin éxito de aferrarse al borde de una acera con las uñas.
Las mismas manos de infranqueable oscuridad agarraron al último de los atracadores por la camisa y lo levantaron. Los fríos ojos del luchador se enfrentaron a los del ladrón.
Un leve goteo hizo que el atracador mirase hacia abajo. Había algo, un líquido cálido, cayendo por la pernera de su pantalón. El miedo mortal y la humillación terminaron de desmoronar cualquier resquicio de fuerza moral que pudiese quedarle.
-Te acusa de robo- explicó la voz, pese a las insistencias de la sombra-. Dice que sólo puedes haber sido tú.
La sombra alzó al atracador por encima de su cabeza y lo arrojó sobre sus compañeros.
-Está loco- dijo la sombra, y caminó hacia los atracadores. Entre los pliegues de la misma oscuridad asomaron tres pares de esposas.
-Dime algo que no sepa.
-No pensarás que voy a hacerle caso.
Ni siquiera en el momento que Batman les puso las esposas, los criminales lograron distinguir más que una sombra. Sabían perfectamente a quién se habían enfrentado, pero ninguno de ellos sería capaz de describirlo si les interrogaban.
-En circunstancias normales te diría que le ignorases- respondió la voz-. Pero parece demasiado alterado, y los sistemas de seguridad de Arkham están bastante dañados por tres noches de tormenta.
-Que Batgirl cubra mi ruta- ordenó Batman-. Estaré en contacto por si surge cualquier emergencia.
-¿Vas a ir?
-No conviene arriesgarse a que provoque un motín en Arkham. Pero por si esto es una trampa para sacarme de mi ronda nocturna, quiero que mi ruta esté cubierta.
De las sombras emergió un garfio metálico. La mano negra apuntó a una cornisa, y el garfio salió disparado en una explosión.
-Llama al DPGC y diles que tienen un paquete en Crime Alley- dijo Batman.
Después de eso, los criminales aturdidos sólo pudieron distinguir el dibujo de unas inmensas alas de murciélago alzando el vuelo.
| |
